La autora Ana Rosa Díaz y cubierta de su novela "El hueco de la tristeza".

Sobre “El hueco de la tristeza”, por José Alberto Velázquez

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Leyendo El hueco… Siempre hemos sospechado que la tierra es plana, que las imágenes mienten, los proverbios chinos se equivocan. En una realidad constituida por palabras, pocas finalidades se consiguen sin ellas. En tanto pudiéramos imaginar un mundo de ciegos (de alguna manera lo es) no resulta viable suponer uno en el que todos seamos mudos, desprovistos de lenguaje. Recordemos que el castigo a la primera gran obsesión colectiva no consistió en ver menos. Fue confundir las lenguas, distorsionar el verbo. Torre de Babel, caos hasta hoy, comienzo de la literatura.

No se dice Te amo o Te detesto con la mirada.

Basta de pamplinas.

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Eso creo.

3

En El hueco nadie escapa del hueco. La crueldad es acarreada a espuertas. Pero como antes advertí, la autora no es culpable de nada, ni siquiera los múltiples y muy bien estructurados personajes-narradores que sostienen, ahondan, complican el discurso. Hablé de telaraña y vuelvo sobre la imagen: cada hilo viscoso, cada celda, incluye un genoma vinculante, un trauma comprometedor. Insisto: nadie escapa. La persona más ingenua que nos encontremos en esta confabulación, disimulaba, hasta la salida de este libro, “secretos” considerados “espeluznantes y que, en nosotros, son solo rutina de un breve tiempo a esta parte. Digamos, desde Adán y Eva hasta la niña de seis años que, ataviada como una chica de compañía (véase puta), pasa ahora mismo por la calle. No miento. Puedes asomarte.

¿Viste?

Te lo dije.

4

Los personajes de El hueco

Las personas en el hueco

5

Lo normal.

6

Seas quien seas.

Hagas lo que hagas.

Ay.

7

¿Viste?

Te lo dije.

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