El hombre descubrió los puntos cardinales y los nombró a derecha e izquierda, delante y detrás. El viento es natural y también de origen diverso. A veces el hombre por elementos geográficos cree saber de dónde sopla el viento, a veces lo ignora o lo desconoce. Pero Rafael Vilches Proenza, poeta de la vida, no ignora ni desconoce de dónde soplan los vientos de la existencia universal, mucho menos los suyos, los que le pertenecen y los que lo conmueven.
Por ello, sus poemas, llevados, en sus diferentes estructuras y variadas aspiraciones estéticas, a las páginas del libro Vientos en el terrado, no ignoran ni su esencia de origen ni su fin de racha de consecuencias buenas, y —también por naturaleza— de daño que desprende un nuevo resurgimiento material y de espíritu.
La patria real o soñada
La tierra donde se nace y que poco a poco, conforma la patria amada, con el bien de la alegría, la añoranza y la angustia esperanzadora, la naturaleza de los árboles y sus frutos de pertenencia; la familia, los amigos, los enemigos y todas las resoluciones casuales que arman nuestros gozos y pesares; la soledad voluntaria e impuesta que lacera;
la desesperanza y sus demonios con intelectuales referencias; la mujer amada que se identifica con la patria real o soñada por el ánimo; el río Cauto, patria pequeña, en equilibrio de significados con el país y el mundo. Éstos son algunos particulares vientos en el terrado de luz emocional y emancipadora que nos llega con la lectura de los poemas.
Al final la patria toda, de hebras pequeñas de su región y longitudes de su nación entera, es envuelta por los vientos arremolinados de la carne y los frágiles y atormentados del alma.
El viento ha soplado por tiempos sobre Rafael Vilches Proenza; vientos sin edades ni calmas surgen de sus manos en forma de poesía que define por justicia la palabra y reconforta su alma.
Y el viento siempre trae materia arrastrada por su fuerza infinita en forma de polvo, ramas, colores y escrituras que se hallan en recuerdos, acompañamientos, sentir de los textos logrados con mesura, equilibrio y valor adecuado por las manos de la rosa del naranjo que el viento llevó, para bien del poeta, hasta su isla de carne, sentimientos, luchas. Es novedoso ver unidos los vientos de Ana Rosa, la ilustradora, y Vilches, el poeta, en una grandiosa página de arte.
Sorprende el dominio con que las manos del poeta subyugan la naturaleza de los vientos para crear textos de orden tan preciso y de enunciados del idioma de nueva creación; vientos limpios, de música de aires y silencios.
Si usted no sabe de los vientos que pueden soplar en la isla de la vida de un poeta, lea los textos que, de brisa en brisa, y —a veces—, en ráfagas violentas llegan de las manos del singular, comprometido y libre de toda máxima desperdiciada e inhumana que es el poeta Rafael Vilches Proenza.